El uno por ciento. Por Francismo Moya

mayo 28, 2014

             el uno por ciento
Con frecuencia nos preguntan los clientes que ¿y si se pierde la demanda? ¿Tenemos  que pagar las costas? ¿Qué posibilidades hay de que te desestimen completamente la demanda con condena en costas?

Honestamente hay que contestarle: si un abogado te garantiza que tal asunto se gana seguro,  está mintiendo. Siempre hay alguna recóndita posibilidad que se pierda. Es como si al entrar un enfermo al quirófano, el médico le garantizase  éxito seguro al cien por cien. Nunca.  Por muy sencilla que sea la operación realizada múltiples veces, y  satisfactoriamente por el cirujano, siempre se puede dar el caso de una intolerancia a la anestesia… complicaciones inesperadas,  que se yo. No se puede garantizar al 100%.

Sólo  decimos,  que de acuerdo con nuestra experiencia, y desde el punto de vista estadístico nuestro, el resultado es de un 99% que los asuntos se ganan o total o al menos parcialmente. Pero siempre queda el otro uno por ciento, de reserva por si  se pierde.

Como son muchos años en el oficio, y cientos de asuntos de defectos en la construcción, que hemos llevado, hoy trataremos del residual 1%. ¿Qué pasó en ese caso? Y por qué se perdió,  y con costas.

Os cuento. Una vez, lleve un  asunto de un chalet con enormes grietas en una urbanización, estaba derrumbado,  colapsado. Daba miedo sólo verlo. El propietario y cliente era un señor extranjero bastante mayor, casado con una señora aún mayor que él, de la que estaba por lo visto, muy enamorado. El asunto era fácil, pues estaba identificado el arquitecto, y todos los intervinientes constructivos; estábamos en plazo de garantía, era fácil de acreditar que la única solución, no era reparar, sino  echarlo abajo y hacer uno nuevo, y si era indemnizar, pues valorar el coste de esto.

¿Parece controlado verdad? Pues no,  pasó lo que pasó.

El cliente y su esposa pasaban temporadas en el extranjero, antes del pleito y durante, y yo tenía las llaves del chalet. Mientras, seguía el pleito, solicité como otras pruebas,  el reconocimiento judicial. Además ese juez tenía interés de ver en directo, si eran ciertas las espectaculares fotografías que aparecían en los autos. Con una simple visita y echándole un vistazo el juez, éste se daría cuenta del panorama. Y fuimos la comisión judicial, las partes con sus abogados y procuradores, después de almorzar, sobre las 4 de la tarde.

Sólo yo conocía la ubicación del chalet,  en una urbanización perdida en los altos de una montaña. Recuerdo que cuando llegamos, alguien se mareó y paramos en un bar para tomar algo, ya al lado prácticamente del chalet.

Acabadas las consumiciones, vamos a ver el chatel en ruina, y ¡No está!  Era imposible que me hubiese equivocado, yo sabía que había estado allí, pero ya no estaba. En la fila donde se suponía que estaba,  habían otros chalets distintos, flamantes, pero sin problemas de  grietas, y no se parecían en absoluto al de autos. Con mi desconcierto, enorme, no sabía que decirle al Juez. Llamamos en los chalets cercanos donde se suponía que estaba el de marras, y también de extranjeros, y no había nadie. Al fin, llamé a uno, posiblemente el más flamante, el más nuevo, y abrió la puerta mi  cliente.

Le explicamos nuestro desconcierto, la razón de la visita, nuestros nervios, nuestro “disappointment”, pero el buen señor, de la más tranquilo nos explicó:

Que estaba muy enamorado de su esposa, la cual como yo sabía, tenía diez años más que él. Que como consecuencia de la cercanía de ella a  cumplir 90 años, pensó que el mejor regalo de cumpleaños para tal efemérides,  sería tirar la casa prácticamente y rehacerla nueva para que su mujer la disfrutase como regalo en ese día tan fijado, como sorpresa. Para lo cual desapareció con ella de España, dándose un garbeo en un crucero por el Mediterráneo. Que la había reconstruido  en prácticamente tres meses todo, para llegar a tiempo…, pero desafortunadamente no pudo ser. La pobre mujer falleció antes de ver la sorpresa de su esforzado marido.  Lo cual explicaba  su actuación.

Eso era todo.

Le traduje al Juez sus palabras, y sin decir nada, la comisión entera nos marchamos. En la sentencia, al actor  se le condenaba en costas, y perdía el pleito –no había nada que reparar-, y le reprochaba el juez  al señor, cómo no había tenido la atención  de comunicar a su abogado previamente, sus  lícitos y tiernos planes.

Ese es,  el uno por ciento que rompe el 100%.

 

Francisco Moya.  Abogado colegiado desde 1975.    Socio fundador de DPcon S.L.

www.dpcon.es

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